La disonancia cognitiva implica cierta falta de coherencia entre actitud y acción. Robert Baron y Donn Byrne escribieron: “Desgraciadamente, la disonancia cognitiva es una experiencia muy común. Cada vez que dices cosas que realmente no crees, que tomas una decisión difícil o descubres que algo que has comprado no es tan bueno como esperabas, puedes experimentar disonancia. En todas estas situaciones, hay un salto entre nuestras acciones y nuestras actitudes que tiende a hacernos sentir bastante incómodos”.
Teniendo presente que nuestra actitud característica está constituida
tanto por componentes afectivas como cognitivas, puede decirse que la falta de
coherencia que experimentamos en la disonancia se debe a la falta de
coincidencia entre nuestro querer y nuestro pensar. Así, si de improviso se nos
presenta una persona conocida con la cual hemos tenido cierta desavenencia
previa, debemos adoptar una postura definida: no saludarla, por ejemplo, o bien
fingir que uno siente que no ha pasado nada. Si tenemos tiempo de prever la
situación, es posible que la disonancia sea menor, mientras que, si la
situación se presenta en forma repentina, es posible que luego recapacitemos
por no estar del todo convencidos con la actitdud adoptada. De ahí que pueda considerarse que toda
disonancia se produce cuando existe un conflicto interno entre nuestras
componentes afectivas y cognitivas. Este conflicto nos lleva a cambiar nuestra
actitud.
Desde este punto de vista, podríamos hablar de la disonancia
cognitiva-afectiva, que tiene otras implicaciones, como la de ser,
posiblemente, el sustento psicológico de la conciencia moral. Imaginemos una situación en que nos
favorecemos en forma egoísta perjudicando simultáneamente a alguien. El
conocimiento de los efectos de nuestra acción nos hará sentir culpables. De ahí
que la disonancia o incoherencia entre las componentes de la actitud aparecerá en todo individuo que tenga
desarrollada su conciencia moral. Y por eso es posible identificarlas.