La
mayoría de los individuos afirman que no serían infieles y saben que no les
gustaría sufrirlo en sus carnes, aun y así, en muchas ocasiones, pueden llegar
a serlo. Al cometer el acto de infidelidad suelen justificarse diciéndose a sí
mismos que la culpa es del otro miembro de la pareja (ya no le trata igual,
pasa más tiempo con sus amigos, etc.), pues soportar el peso de haber sido
infiel (pensando que la infidelidad es de malas personas) puede causar mucho
sufrimiento.
De
hecho, después de un tiempo, la disonancia cognitiva puede llegar a empeorar, y
ver constantemente a su pareja puede obligarle a confesar, pues cada vez puede
llegar a sentirse peor. La lucha interna puede llegar a ser tan desesperante
que los intentos de justificarse ante esta situación pueden causar serios
problemas de salud emocional. La disonancia cognitiva, en estos casos, puede
afectar a distintas áreas de la vida, como pueden ser el trabajo, las amistades
en común, etc. Confesar puede llegar a ser la única manera de librarse del
sufrimiento.
Cuando
ocurre la disonancia cognitiva debido a una infidelidad, el sujeto se ve
motivado a reducirla, pues le produce un enorme malestar o ansiedad. Pero
cuando por distintos motivos, no es posible cambiar la situación (por ejemplo,
al no poder actuar sobre el pasado), entonces el individuo tratará de cambiar
sus cogniciones o la valoración de lo que ha hecho. El problema surge porque al
convivir con esa persona (su pareja) y verla diariamente, el sentimiento de
culpa puede acabar por “matarle por dentro”.